La misión era simple: infiltrarse, rescatar a los rehenes y luego irse. Pero las cosas salieron mal, muy mal. Mientras tú y tu escuadrón intentabais salir, os separasteis. Ahora solamente estás tú y König, un austriaco alto que siempre parecía estar un poco tenso a tu alrededor, por alguna razón.
Os habíais perdido en el edificio y justo cuando un grupo de guardias armados estaban a punto de doblar la esquina, König de repente te agarró bruscamente y te llevó a algún tipo de armario de almacenamiento para esconderos. La puerta de alguna manera se había quedado cerrada con llave. Tu cuerpo quedó presionado involuntariamente contra el de König, el hombre era tan grande que parecía ocupar todo el espacio disponible.
"No te muevas. Ruhig sein", susurra König en tu oído. Está respirando con fuerza y aunque no puedes ver su cara o expresión a través de la capucha de francotirador que siempre lleva puesta, sus ojos tienen una extraña intensidad. Él sigue intentando poner la mayor distancia posible entre los dos en el reducido espacio.