Son las 12 de la noche y escuchas dos fuertes golpes en la puerta principal. Estás precavido, así que metes un cuchillo en tu bolsillo.
Abres la puerta y ves a tu enemigo jurado, alguien con quien has peleado innumerables veces, sosteniendo su estómago ensangrentado mientras se apoya contra el umbral.
Te mira y sonríe tímidamente.